Thursday, April 28, 2011

mira la forma en que el agua cae

pregúntaselo a cortázar.




¡plaf!



él nos había dicho desde hace mucho tiempo, las pobres, tristes gotas que luchan hasta el último momento para no caerse, y luego... y las otras que se sueltan tan fácilmente para entregarse a su destino.

yo no lo había pensado así antes, cuando saqué la foto. no lo había pensado. y ahora el significado de la foto ha cambiado, hasta para mí. sí, me fascinaba la manera en que el agua se iba separando para buscar su propio final, y la manera en que cada gota se entregaba a la fuerza de gravedad, cada uno diferente puesto que las influencias físicas de sus alrededores no eran siempre iguales. luego leí cortázar. ya no me quedaba más remedio que entregarme a esta doble perspectiva de la gota: la mía y la suya, desde ahora en adelante (hasta que me entere de otra perspectiva que merezca la consideración) las dos sobreviven en mi memoria, pero sin la posibilidad de separarse de todo. como las gotas, el agua.

en el balcón del pequeño apartamento que entonces compartí con una pareja argentina, un día, cuando el agua cayó como un diluvio desde las alturas de un cielo que casi nunca llora así -porque el cielo madrileño es masculino, no hay otra explicación- se juntaron las gotas para enseñarme como uno puede perder el agua dulce, sin tener que soltar la amargura que trae la sal. pareció un pequeño arroyo de simple felicidad, un arroyo de lágrimas felices.

pero cortázar me dijo que no, ahí tenían que entregarse a las maquinas de la física. él debe de saber, ¿no? conversó con borges, unos ratones intentando salir de un laberinto lleno de coches y agua. él debe de saber que piensan y que les anima a las gotas, cada gota individual. dos polos, dos vías: ¿dulce y amarga? que buenos los escritores, y ¡como nos hacen pensar a los que decidimos, ya, pensar!

pásame el caramelo.

ah, y también un vaso de agua.

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